jueves, 17 de diciembre de 2009

Él es bueno

Hola doctor, disculpe que lo moleste pero quería contarle algo. Recién acabo de pispiar la pieza de Martincito. Mi dulce hijito. Que adorable. Es un ángel como duerme. Me asome y lo vi en su cama recostado. Me dieron ganas de taparlo con otra colcha más, porque empezó a hacer un poquito de fresca. Pero lo mejor va a ser que lo tape más a la nochecita, a eso de las nueve, justo cuando termina el noticioso. Sabe una cosa, estoy medio preocupada, pero no por mi, sino por mi hijito, el hace rato que no sale de su pieza. A mi me preocupa por su padre, porque quedaron en hacer tantas cosas que le da tanta, pero tanta bronca que no salga de su pieza, que entonces ya no le habla. Yo le digo siempre al “bambi” que lo deje tranquilo al martín y que salga a caminar solo, para hacer un poco de ejercicio, porque esta un poco gordo vio, pero el me dice que esta bien como esta y sigue mirando a Rial. Pobre hijito. El no tiene la culpa. Fue esa zorra. Que lo dejo. Y el quedo medio mal pobrecito. Yo sabia que esa endemoniada no lo quería. Esa cara de engreída. Siempre hablando en difícil y diciéndole lo que tenía que hacer y el pobre de martincito siempre haciéndole caso. Me acuerdo cuando al chico se le olvido el cumpleaños de esta zorra. Ahh ¡¡¡ para que decirle. No se imagina el escándalo que le armo. No lo perdono así nomás. Estuvieron semanas. Yo le decía que era un cumpleaños nada más. Pero ella con cara de desencajada, me decía no se que cosas que me daba vueltas y vueltas vio como los psicólogos esos que le dan vueltas a las cosas y uno termina perdiéndose. Entonces “esta” le dijo que vaya a un psicólogo y que hable para ver si andaba bien de la cabeza y esas cosas. Martincito que era tan amoroso fue. Recuerdo lo feliz que estaba cuando fue a la primera… ¿cita se dice? Bue, nose, pero me acuerdo que me llamo de un locutorio y me dijo que le había tocado una una psicóloga. Otra mujer pensé yo, que justo ¡¡¡ pero yo lo anime y le dije, bien ¡¡ hijito ¿ahora ya estas bien?. Hablaste eso de olvidarte del cumpleaños de Laura. Así se llamaba esa zorra. El me dijo que no era tan fácil y tan rápido. Que todo llevaba un tiempo. Que adorable. Ese tiempo del que hablaba Martín, a esa zorra no le importo nada y lo dejo. Eso fue terrible. Yo todavía no se como hizo para atar la sabana alrededor del ventilador de techo y colgarse. Porque el es chiquito, pero por suerte llegue yo y lo desate. Estaba muerto de frió pobre. Blanco. Ese día hacia tanto frió que le puse doble colcha. Unas que había tejido la nana. Unos bordados de lindos tienen, y lo deje durmiendo. Y hace varias semanas que no sale de su pieza, yo no lo despierto, porque debe de estar mal todavía. Supongo que cuando esa zorra de Laura aparezca el se va a poner bien. Pero no aparece. Aunque, últimamente lo que me molesta mucho son mis vecinos que me preguntan a cada rato por martincito. Yo deje de hablarles. Aparte dicen que hay un olor muy raro que sale de mi casa y eso me molesta mucho, porque siempre me ocupe de mi hogar. Mire si será, que tuve que dejar de baldear la vereda porque me empiezan a preguntar tantas cosas que me mareo. Pero sabe una cosa doctor, estaba pesando en comprarle un colchón nuevo a martincito. Uno grande. Bien grande. Para que cuando vuelva esa perra vea el colchón y lo perdone. ¿Que le parece? Marta.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Llamen a los bomberos

Hola doc, no sabe lo inmensamente agradecido que estoy por este nuevo espacio de consultas. No se imagina lo angustiado que me encuentro. Tuve un terrible problema con mi preciado sommier. Las noches de gloria y lujuria pasaron a ser historia, mi colchón se convirtió en el mismísimo averno. Nunca imagine que un funesto pozo en medio del colchón iba a alejarme de Victoria. Le cuento. Nos conocimos como cualquier pareja de pibes sedientos de amor fugaz. Ella tenía sus delirios, y yo los míos. Aunque reconozco que me gustaba colgarme de sus ruleros. Siempre hacíamos cosas re-zarpadas, como en las películas. Por ejemplo, a ella le encantaba subirse al ropero y saltar a mi encuentro. Era muy divertido. En invierno solíamos planchar las sabanas para que al acostarnos estuvieran calentitas. Mi abuela siempre me contaba como ella se las planchaba a mi mama. Después mi madre comenzó a planchármelas a mí. Y yo se las empecé a planchar a Victoria. Era una trilogía perfecta. The perfect circle. Entrado el verano comprábamos hielo seco y lo poníamos debajo del sommier, a fin de ver como la habitación se convertía en un frigobar. Hasta que llego ese fatídico día. Recuerdo que vino vestida con unas sandalias, a mí entender medio pelo. De hecho, cuando le pregunte adonde las había comprado me dijo, que las compro en una feria de diseño frente a la facultad de abogacía. Yo creo que por el diseño medio chongo, las compro en calle San Luis. La imagino revolviendo en una de esas cajas en donde amontonan todos los trastos de ropa. Igual le dije que eran muy lindas porque las veces que le decía algo feo sobre su ropa, se enojaba. Entonces apago las luces y nos abocamos a lo nuestro. Se saco las sandalias, se subió al ropero y salto. Yo justo estaba en el baño mirándome al espejo. Y escuche un ruido ha roto. Sonó así como krasshh¡¡ salí y la vi atascada en el medio del colchón. No podía sacarla. Estuvimos varias horas. Hasta que, por suerte vinieron los bomberos y la pudimos sacar. Todos reímos, salvo Victoria, estaba muy angustiada. Me dijo que no la llame más y se fue. Yo no sabia que hacer hasta que uno de los bomberos, Carlos creo que se llamaba, -me acorde porque fue el que toco el timbre- me pidió un mate, aclarándome que no le gustaba con azúcar. Desde ese día. Mi vida cambio. Todo lo que habiamos construido con Victoria se desvaneció por ese maldito colchón. digame Doctor Colchon. ¿Que debo hacer para recuperarla?

A espera de su respuesta

Gabriel